domingo, 26 de julio de 2009


Hola hola!

Otra vez se ha vuelto a alargar los días sin crónicas, pero es que internet sigue sin funcionar y nos tenemos que pelear con los brothers para usar el único lugar donde funciona internet, así que la cosa no está fácil. Para terminar de poner difíciles las cosas he perdido la llave de mi habitación, y hasta mañana no tendré acceso a mis enseres personales.
Sobre el fin de semana lo más reseñable es mi visita a Freetown, capital de Sierra Leona. Fuimos el sábado con un minibus-taxi (también llamado aquí podapoda). Lo alquilamos con los voluntarios italianos de los josefinos y unos cuantos nativos amigos nuestros y de ellos, a los que nos toco patrocinar, por supuesto, pero Teresa de Obregón ya se está acostumbrando a la cara de cajero automático que nos ven en Sierra Leona.

Para empezar el viaje con buen pie comenzamos pasandole por encima del pie a un abuelito que no debía ver mucho porque se puso a cruzar por medio de la carretera justo cuando nosotros pasabamos, y le pillamos con la rueda de atrás . Así que después de conseguir bajar a la policía del autobus y llevar al abuelito al hospital (al final no tenía fractura, sólo el golpe) seguimos viaje.
La primera impresión de Freetown al bajar del poda poda es indescriptible. Una calle repleta de gente, coches, mercancias de todo tipo pescados, frutas, verduras por el suelo, gente con carretillas, gente, gente, olores mezclados… Una vez pasado el primer shock y saliendo de las calles del mercado donde ya se podía caminar sin ser empujado por la masa, pude reaccionar.
El nombre de Freetown viene dado por los ingleses cuando trajeron de nuevo a Africa a todos los esclavos liberados, los llevaron al puerto de esta ciudad, la ciudad libre. Ahora que ya no hay esclavos liberados (o al menos no oficialmente) se podría llamar freetown por la anarquía que reina en las calles. Coches en todos los sentidos que te apetezcan, gente de todo tipo, basura por todas las esquinas, olores de lo más nauseabundos a apetecibles. Por desgracia no os podré enseñar muchas fotos, porque no era muy seguro hacer fotos allí, tenías el riesgo de que te robaran la cámara o de que te pidieran dinero por las fotos, así que no corrimos el riesgo. La presencia blanca en esta ciudad es bastante pequeña. Yo no ví más que dos opotos más (a parte de nosotros) en todo el día. Cosa que en una ciudad de un millon y pico de habitantes es llamativo. Los pocos comercios que serían similares a los que podríamos encontrar en España los llevaban indios, pakistanies o chinos, y serían nuestro chino de emergencia. Aquí todo se vendía en la calle: tipo mercadillo, pero con puestos hechos con cañas, las zapaterías usaban de expositores los coches (si es que tenían) o otros muchos exponían en el suelo, o con la mercancía a la cabeza. Para comer fuimos a uno de los pocos restaurantes del centro para podernos comer una hamburguesa con garantías de no resultar intoxicados y seguir con nuestra visita. No vimos todo lo que queríamos ver, así que espero poder volver, y esta vez si es posible hacer una visita a la playa que dicen que es bastante bonita la playa de Freetown.
Hoy era el cumpleaños de la otra Teresa, así que le hemos hecho una pequeña fiesta sorpresa con los voluntarios, los niños del hopital y nuestros amigos del hospital.
Hemos bebido pollo, la bebida local, a la que me estoy comenzando a aficionar y hemos estado cantando y bailando un poco, Aunque es díficil ponerse de acuerdo para cantar en una canción con la gente local, ya que ellos sólo conocen las canciones sierraleonesas y nosotros no estamos muy bien en esos temas.

Acabo de terminar la clase de español de mi alumno Mohamed, que no esta estudiando nada, así que ya le he amenazado, que como no comience a estudiar se terminaron las clases. Y me voy a dormir, a mi habitación provisional, esperando que mañana aparezcan las llaves de repuesto de la mía.
Buenas noches!

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